Después de cuatro años que han pasado volando y, encima, con una pandemia de por medio llegó el día: ya soy periodista. Aunque es una palabra que todavía siento que me viene grande y que no me pertenece, poco a poco me haré a la idea de que en septiembre ya no inicio nuevo curso y que se han acabado los descuentos de estudiantes para mí. Porque ya no soy estudiante de periodismo, soy periodista. Y eso tardaré todavía en digerirlo.
Han sido de los cuatro años más importantes de mi vida, por no decir los que más. Lo que he ganado en este tiempo tiene un valor incalculable. Sé que es el principio de algo duradero, que quizá no llegue a mí de manera inmediata, pero sé que estoy en el camino.
La verdad es que de pequeña nunca soñé con ser maestra, ni veterinaria, ni astronauta. Siempre quise ser periodista. Incluso cuando no sabía ni escribir. Con seis años me parecía el trabajo más divertido e interesante que conocía. Aunque ahora me cuesta imaginarme en un plató de televisión, el que en aquel entonces creía que era el único sitio donde poder desempeñar la profesión, puedo decirle a la Marisol de seis años que 16 años después lo ha conseguido y que es quien quería ser. No le diré que eso de ser reportera de guerra de repente me parece una vertiente atractiva.
Fin de una etapa![]()
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